Con mi padre, escribiendo su memoria de la célula campesina del Monasterio



Mi padre tiene 92 años. Agricultor vinculado toda su vida al Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, lugar donde está la Huerta de los Frailes. Estamos escribiendo sus memorias de cómo era aquella célula campesina casi autosuficiente hasta que llegó la industrialización de mediados del siglo XX, la invasión del pinar de los planes industriales del ICONA - también de la misma época-, y la definitiva Política Agrícola Común de la Unión Europea que ha simplificado los ecosistemas al olivar y los pinos y una pequeña zona de pastos, que expulsó a sus habitantes a los cinturones industriales de Barcelona, Madrid o Munich, abandonándose cortijos y cultivos. Este es el resultado al que hemos llegado: la pérdida total de la biodiversidad y de la cultura campesina, solo archivada en los agricultores más ancianos, en personas como mi padre.
Sigo el esquema que ha trabajado  mi amigo Jaime Izquierdo en el norte de España. He comprobado que sus observaciones y análisis son válidos para Asturias como para Jaén. Lo que se hizo fue lo mismo y sus resultados, también.
Quiero que el funcionamiento preindustrial de aquellas células campesinas sean la base de la reconstrucción de los territorios después del definitivo fracaso de las políticas industriales. Nunca hubiera pensado que mi padre sería para mí una pieza intelectual tan valiosa para entender cómo han de ser los nuevos territorios rurales que salgan de esta crisis global del sistema.

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