El oidio de los calabacines y la suspensión de conciencia
He descubierto que tengo las plantas de calabacines de la huerta infectadas con un hongo que se llama oidio. Tienen las hojas blanquecinas, como si estuviesen recubiertas de un polvillo blanco. Mi padre le llama "cenizas". Habría podido tratarlas con azufre en polvo, colocándolo debajo de las hojas en una bandeja. Con los vapores que suelta liquiaría al hongo. También podría hacerlo con azufre diluido. Pero no he hecho nada y ahora no sé cuánto tiempo permanecerán con vida.
Ayer trajeron la paja. Ahora hay que encerrarla adecuadamente para todo el año.
Organizo las tareas para el mes de agosto. Se oye en el patio el canto de los mirlos con su melancólico silbido de almas negras,-como dice el escritor Manuel Rivas-, que añade, que cuando vuelan son como un pentagrama negro.
El sol cae a pedazos en este ecuador más caluroso del año. Nos adentramos en agosto con la agenda repleta de actividades, tanto de trabajo manual como de curiosidad intelectual. Nuestros ojos son las ventanas del cerebro, y conviene tenerlas bien abiertas. La peor enfermedad que podemos contraer es la de la suspensión de nuestra conciencia.
Acabo de ver la película Green Zone(Distrito protegido), de Paul Greengrass, con Matt Damon como protagonista, donde radiografía el fenomenal embuste de las armas de destrucción masiva de Iraq que justificó la guerra. Y nuestra conciencia, la colectiva debe estar en suspensión, porque allí están los invasores, y no ha pasado nada. Bush en su rancho tejano; Blair como enviado especial para el conflicto israelo-palestino, y Aznar como un gallo dando lecciones todos los días sobre cómo gobernar. Es habitual este estado de conciencia suspendida. Es impresionante el papel de la Iglesia en España en la batalla contra el aborto, erigidos en la conciencia de la lucha por la vida, cuando el Papa Pio XII envió a Franco un telegrama el 31 de marzo de 1939 que decía:"Alzando nuestro corazón a Dios, damos sinceras gracias a Su Excelencia por la victoria de la católica España", bendiciendo los fusilamientos masivos de republicanos.
Ayer trajeron la paja. Ahora hay que encerrarla adecuadamente para todo el año.
Organizo las tareas para el mes de agosto. Se oye en el patio el canto de los mirlos con su melancólico silbido de almas negras,-como dice el escritor Manuel Rivas-, que añade, que cuando vuelan son como un pentagrama negro.
El sol cae a pedazos en este ecuador más caluroso del año. Nos adentramos en agosto con la agenda repleta de actividades, tanto de trabajo manual como de curiosidad intelectual. Nuestros ojos son las ventanas del cerebro, y conviene tenerlas bien abiertas. La peor enfermedad que podemos contraer es la de la suspensión de nuestra conciencia.
Acabo de ver la película Green Zone(Distrito protegido), de Paul Greengrass, con Matt Damon como protagonista, donde radiografía el fenomenal embuste de las armas de destrucción masiva de Iraq que justificó la guerra. Y nuestra conciencia, la colectiva debe estar en suspensión, porque allí están los invasores, y no ha pasado nada. Bush en su rancho tejano; Blair como enviado especial para el conflicto israelo-palestino, y Aznar como un gallo dando lecciones todos los días sobre cómo gobernar. Es habitual este estado de conciencia suspendida. Es impresionante el papel de la Iglesia en España en la batalla contra el aborto, erigidos en la conciencia de la lucha por la vida, cuando el Papa Pio XII envió a Franco un telegrama el 31 de marzo de 1939 que decía:"Alzando nuestro corazón a Dios, damos sinceras gracias a Su Excelencia por la victoria de la católica España", bendiciendo los fusilamientos masivos de republicanos.
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