Mi suegra, el ministro, los riegos y las veraneantes












Mi suegra llegó de Francia, donde reside, para pasar las vacaciones con mi familia, cargada con una maleta de quesos: St. Agur, Fourme d'Ambert, Rocamadour, Reblochon de Savoie, Munster, Brebiou, "Lou Perac" Brique Brebis, Roucoulons, Coeur de Neufchatel Fermier, St. Marcellin... Si le registran la maleta en la frontera, como hacían antes del Tratado de Schengen, la detienen por terrorista con armas biológicas. Algunos huelen mal, muy mal, pero son deliciosos. Especialmente el St. Marcellin, un queso pequeño, de leche de vaca, muy tierno, suave, que se desparrama como nuestro extremeño Torta del Casar. Cada día estamos delante de un bufet de quesos que envidiaría al mejor francés.



El sábado, 16 de julio, tuvimos una cena privada en Baeza, con Valeriano Gómez, Ministro de Trabajo, y otros amigos y familiares. Valeriano es un viejo amigo desde la Universidad en Madrid. El poder no le ha cambiado nada. Cercano y cariñoso como siempre, amigo de sus amigos, profundamente comprometido con los sectores desfavorecidos, militante jiennense, segureño empedernido, y curioso por todos los temas. Cinco horas dieron para hablar de muchas cuestiones, sobre todo de las políticas. Le auguro, a pesar de las dificultades de estos momentos, un futuro brillante que no acaba con esta legislatura a punto de finalizar. Espero que su inteligencia vaya siempre asociada a sus deseos transformadores de este mundo.



Las brevas y los melocotones nos dejaron, las ciruelas están en pleno esplendor, y asoman los primeros pepinos y tomates de la huerta. Es un éxito de mi padre que es el verdadero hortelano de esta historia. Con sus noventayun años me da cada día una lección magistral de cómo cuidar la tierra para sacarle frutos. Me dejo guiar como un niño. Y ambos disfrutamos encontrándonos en este aula improvisada de la vida.



Siempre tengo la sensación de no llegar para satisfacer la sed de mis árboles, lo que me crea una carrera estresante. Pretendo llegar con la manguera a cada uno de ellos pues los microtubos de riego por goteo están muchos destrozados por las pisadas de las yeguas o las mordeduras de otros animales. Aún así, frutales de cinco o más años como los cerezos, los ciruelos de Agen, algunas vides, acacias y plátanos, no han logrado sobrevivir. Pienso que no es la falta de agua, sino una tierra demasiado empobrecida, hasta le extenuación. Los cultivos convencionales de los olivos de las últimas décadas a base de abonos químicos, herbicídas y la erosión por la desnudez del suelo, han convertido los suelos en estériles. A pesar de modificar las pendientes en bancales, aportar compost cada año e incorporar el riego, no ha bastado. También pienso que cada árbol precisa de un tipo de suelo y cuidados diferentes. Tal vez tendría que eliminar las tuberías de riego y tratar de mullir el suelo tan compacto con el motocultor para mezclar la capa superficial de compost con el suelo pobre calcáreo que está debajo. Ya veremos.



Verano significa veraneantes, con toda su cultura de acompañamiento. Siempre, desde niños, hemos disfrutado del baño en una tierra donde hay días que parecen que estás delante de un horno abierto. Ahora ya se construyen piscinas exclusivamente con la función del baño en los cortijos del entorno. En la huerta tenemos una alberca para el riego de los árboles que nos sirve para bañarnos. Al principio del verano la limpiamos. Las ranas las sacamos durante la operación para evitar su muerte y las devolvemos una vez limpio. Así disfrutamos de un espacio integrado en el entorno, donde ranas, libélulas y zapateros nos acompañan todo el verano mientras nos zambullimos en el agua cristalina y sin productos quimicos.










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