¿Horizonte en decadencia o de esperanza?













Hace unos días asistí en la Universidad de Jaén a la graduación del segundo de mis hijos. Un espectáculo bochornoso por la falta de fineza, organización y seriedad del acto.

Los micrófonos funcionaban mal, el salón estaba lleno de niños cuyas voces superaban las de los intervinientes, y la pantalla del ordenador que presidió el acto era la de windows. Las intervenciones de los estudiantes versaron sobre lo fantástico que lo habían pasado en la Universidad en juergas diversas y viajes, sin la más mínima mención a las razones por las que los padres les hemos financiado durante tantos años. Los tediosos discursos de profesores y padrinos alcanzaron el éxtasis con la ramplona intervención de un padrino exterior de un hotel que escenificó la mediocridad de la Universidad que estamos pagando. Es de justicia resaltar la magnífica intervención de la profesora de contabilidad y finanzas que puso una dosis de decencia al espectáculo. Espectáculo, que, por otra parte, es una farsa, pues se trata de graduar a estudiantes que todavía no han terminado, y que muchos todavia no lo harán cuando acabe el curso. Así es dificil compartir la satisfacción de ver a unos hijos formados y pasando de una etapa de su vida a otra bien diferente. Creo que la Universidad de Jaén, no sé si las demás también, vive en una burbuja alejada de la realidad, de la cruda realidad, incapaz de formar académicamente y en valores a unos estudiantes que deben enfrentarse a un mundo complejo, cambiando a velocidad de vértigo, duro, laboralmente muy duro, más que lo encontramos sus padres en su momento. Paradójicamente hemos hecho los adultos de hoy las cosas tan mal que el futuro que dejamos a nuestros hijos es mucho peor que el nuestro. Y no hablo de futuro en términos exclusivamente de renta disponible para el consumo, sino también del entorno ambiental, de los valores democráticos, del concepto de la justicia, la tolerancia......

Jorge Semprún murió en París. Durante años significó la imagen de los que lucharon desde el exilio por una España democrática. También el intelectual, el escritor, cuando todo lo que venía de Francia era necesariamente bueno, lo puro de la esencia democrática. Estoy hablando de los setenta y ochenta del siglo XX, ese periodo histórico donde muchos vivíamos instalados en la revolución permanente, en la certeza absoluta de que España la podíamos cambiar, y al mundo también.


He estado en la Puerta del Sol observando los del M-15. Ví lo que hacían, lo que escribían en pancartas, y cómo se comportaban. Si yo tuviese veinte años, sin duda estaría allí. Es fundamental que estén convencidos que pueden cambiar las cosas. Da igual lo que digan los periódicos ABC, La Razón o El Mundo, e incluso Rubalcaba, con aquello de que " la policía ha tener paciencia, pero cuando hay violencia, entonces, firmeza". Rubalcaba hace lo que hay que hacer y decir, como yo. Representamos este sistema, que además queremos cambiar y no podemos si no es con vosotros, con vuestra transgresión y juventud. Estamos encantados que nos llenéis las plazas, pongaís el sistema contra las cuerdas, y lo llevéis al inevitable cambio. En público seguiremos diciendo que hay que cumplir la ley, pero por debajo estamos deseando que os lo paséis por el culo, como nosotros hacíamos en los setenta. Tened la convicción absoluta de que se ve necesario el cambio del sistema hasta por gran parte de los que lo gobiernan y representan. Somos una generación secuestrada en una telaraña de la globalización económica a la que nos llevaron sin darnos cuenta. La araña escondida vigila la red. La araña es el poder económico especulativo internacional, y nosotros, gran parte del planeta, somos la mosca atrapada en la telaraña. El gran problema es que no se le pone cara concreta, identificada, para rompérsela. Sin embargo, esa araña es una fuerza oscura, el nuevo poder del planeta, al que todos temen y nadie conoce. Se manifiesta en las bolsas, en el diferencial de la deuda, y cuando quiere, castiga para escarmiento ejemplarizante de los demás, obligados al rescate financiero y la intervención del FMI, aunque su director gerente ande entretenido persiguiendo a las camareras del hotel "modesto" donde duerme. Acojonados nos arrodillamos todos, no nos vayan a castigar mandándonos el rescate, como de chicos en mi pueblo nos amenazaban con el "tio sacasangres". Y así rompemos el Estado, el poder político, desmantelamos lo que tantas décadas de lucha ha costado: pensiones, sanidad pública, educación, derechos sociales en el trabajo, ......


¿Por qué todos no decimos "no", de manera clara y contundente y que caiga lo que tenga que caer?


Voy a desayunar. Mi hija Claudia aún duerme. No me extraña después del lote de sacar ayer estiércol de la cuadra. El día está limpio. Las temperaturas subirán un poco. Ha hecho una primavera envidiable, sin excesivo calor y con lluvias. Apenas me desperté esta mañana en la huerta, salí a la calle, en calzoncillos y meé en el canto. Es un viejo placer histórico de las estancias en el campo, oyendo silbar la oropéndola y el ru-ru de la tórtola, contemplando con los ojos legañosos la frescura de la inmensidad del valle.


Las tostadas están hechas, el café preparado, y me he tomado la pastilla de Pritor 80 para la hipertensión, como todas las mañanas.


La previsión para hoy es más limpieza de cuadra y más reparto de compost a los árboles, aunque sea un poco tarde.

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