Primavera con Libia y Japón







No sé si nuestra amiga Ayak0 Yamamoto hoy habrá podido apreciar que la luna es la más grande y la más brillante de las últimas décadas. Afortunadamente vive en Osaka, y tal vez no vean la luna. Pero, quién sabe si se asoma a este cuaderno y yo le puedo contar que cuando apareció sobre Alta Coloma brillaba como una gran perla amarilla, por encima de las ramas de su olivo que bautizó en su última visita a la Huerta. Y el olivo y la luna suenan a cuento. Y en este cuento de esta noche primaveral no puede haber ni terremotos, ni maremotos, ni fugas radiactivas, ni ataques militares, ni sátrapas como Gadafi. Esta luna es lorquiana. No canta el ruiseñor ni la lechuza en la noche, pero sí resuenan los quejíos de las zorros en el valle. Y detrás de Alta Coloma, Sierra Nevada, la Alpujarra, la Sierra de Gata, y el mar Mediterráneo retumban tambores de muerte, y en tu isla tiemblan tus piernas de miedo y desolación.



Y aquí llegaron las golondrinas, abrieron las flores los romeros, el aladierno, los jazmines y las violetas. El sol templó el fin de semana, y nos fuimos a conocer los efectos de las lluvias del invierno en el Barranco del Monasterio. Rio arriba el agua suena a cascadas entre el matorral de ribera y las pronunciadas laderas de pinos y encinas del valle. El manto de hierbas de las orillas frescas de los márgenes del arroyo y los tapices de musgo que se ondulaban forrando suelo y troncos caidos, nos invitó a Claudia, Alejandro y a mí a buscar los bártulos de pintar. Estas praderas verdes están pintarrajeadas por florecillas amarillas y rosas. El espino blanco está en flor entre juncos y escaramujos que lamen el agua cantarina, compitiendo con los trinos de los pinzones. Y yo elegí el perfil del bosque, ladera abajo, con el sol a contraluz, donde resaltaban el oscuro de troncos y ramajes. Del resultado final no quedé contento.



Ayako, no sé cuando en Japón será de nuevo primavera. No sé si alguna vez lo fue en Libia. Pero sé que este año es muy triste.

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