Rebozado de verano

Michel Jacobs escribe en "La fábrica de la luz" que Sereno decía, personaje de Frailes, que "cada estación del año tiene su belleza exactamente como cada etapa de la vida".Este libro me ha acompañado estos días de canícula veraniega en mi estancia en la huerta, un lugar que Michel Jacobs describiría como "un lugar, donde las hileras de olivos que convierten la provincia de Jaén en una interminable manta de dibujo repetitivo, se fragmentan en una escarpada y raída mezcla de prados resecos, frutales, almendros, encinares y pinos, extensiones de color ocre pedregosos salpicados de hierbajos y picos blancos tan pintorescos como las montañas de un grabado japonés, tan monumentales como el lienzo de un paisaje del Oeste americano".
Me ha hecho recordar que Frailes era el pueblo originario de mi bisabuelo Manuel, el abuelo de mi madre. Debió llegar a Campillo de Arenas a finales del siglo XIX, con sus pantalones " de pirata", y medias negras, como los vemos en las pinturas y grabados de la época, por lo que le apodaron en el pueblo como "patas negras".
Michel Jacobs pertenece a la pléyade inglesa atraida por el Sur de España, desde los románticos del XIX, a Gerard Brenan, o el más reciente Chris Stewart, en La Alpujarra granadina. Michel encuentra en Frailes evidencias vivas de lo que es una civilización en declive. El mundo rural que describe languidece engullido por la globalización que nos homogeneiza desde los medios de comunicación audiovisuales, sean los étnicos sevillanos de Canal Sur hasta la americana CNN.
Pero hay cosas que no se pueden homogeneizar. Mis cigarras cantan en los almendros y olivos de la huerta mientras escribo, el sol penetra tamizado por el brezo del sombraje que está adosado a la cabaña, el cielo lechoso de calor, tal vez de tormenta por la tarde, que provoca un enorme bochorno. Este año ha habido menos moscas, excepto hoy, que han acudido todas las que faltaban acompañadas de avispas y tábanos. Dos gallinas se rebozan en la tierra seca del parterre del rosal. Hacen un pequeño hoyo, se abren de alas y plumas, y con las patas consiguen esparcir tierra y polvo por todo el plumaje. Primero de un lado, luego por el otro, hasta quedar bien acicaladas de su tratamiento antiparasitario. Bilbo las observa con curiosidad y las imita cerca, quedando sus orejas adornadas de semillas pinchosas y adherentes. Los gorriones pían entre los frutales que ahora tienen peras y melocotones maduros. De lejos llega el cacareo de una gallina, seguramente está contenta porque acaba de poner un huevo. Otra gallina está "embarazada", por lo que tiene un deseo irresistible de empollar los huevos de todas en la huevera. Se sienta sobre ellos y pica a todo el que osa meter la mano para quitárselos. Claudia ha señalado cinco de ellos con un rotulador, que los dejamos para ver si logra sacar polluelos.
El sol se ha ocultado por las nubes que se van oscureciendo y ya lo cubren todo.

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