Entre riegos y concierto
El baobab es un árbol cuyo tronco puede tener un diámetro de 10 y 20 metros, guardando en su interior ingentes cantidades de agua. Es el árbol botella. Hoy ofrecen viajes turísticos para disfrutar de este árbol sagrado en la isla Gran Comora. Yo quise tener un baobab en la huerta. Cecilia me trajo un ejemplar de Senegal con motivo de un viaje de trabajo. Se murió. No aguantó el primer invierno.
Hoy he visto amanecer en la huerta regando los árboles. La luz del día iba creciendo por encima de Cerro Palomares, a la derecha del Pico Almadén, en Sierra Mágina. El oscuro del cielo iba dando paso a un azul mortecino, como si estuviese filtrada por una manta de nylon negro de un invernadero. El contacto del agua con la tierra sedienta levantaba un olor a hierba seca mojada. Por la falda de San Agustín, entre los olivos, corría un zorro buscando su guarida, como los vampiros, antes de que salga el sol. La oropéndola silba en el nogueral del barranco. A esas horas la brisa es fresca, aunque no corría aire, lo que anunciaba un día caluroso.
Esta tarde me voy a escuchar en concierto a Amancio Prada en Chiclana de Segura. Es el último trovador de esta época. Acaba de editar un disco dedicado a las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique. Le conocí en Madrid en tiempos de la transición política, allá por la década de los setenta. Tenía una voz limpia y melodiosa cuando este leonés-gallego ponía música a los romances populares o a Rosalía de Castro. Me ilusiona conocer cómo ha hecho en él mella tantos años pasados de desazón y frustración.
Lo dejo aquí, guardo lo escrito, y me voy al concierto.
Era tarde anoche cuando volví de Chiclana de Segura. Tengo puesto "Libre te quiero" de Agustín García Calvo en este momento, aún envuelto en la magia seductora de la voz, la música y la presencia de esta persona que exhala nobleza, elegancia incontaminada de treinta años buceando en la pureza poética de nuestros trovadores, místicos y románticos.
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Al final de la noche nos dedicaba su libro disco con esta frase:"Para Sebastián, para Cecilia, juntos en el rio de la vida. Con mi abrazo. Amancio Prada."
Hoy he visto amanecer en la huerta regando los árboles. La luz del día iba creciendo por encima de Cerro Palomares, a la derecha del Pico Almadén, en Sierra Mágina. El oscuro del cielo iba dando paso a un azul mortecino, como si estuviese filtrada por una manta de nylon negro de un invernadero. El contacto del agua con la tierra sedienta levantaba un olor a hierba seca mojada. Por la falda de San Agustín, entre los olivos, corría un zorro buscando su guarida, como los vampiros, antes de que salga el sol. La oropéndola silba en el nogueral del barranco. A esas horas la brisa es fresca, aunque no corría aire, lo que anunciaba un día caluroso.
Esta tarde me voy a escuchar en concierto a Amancio Prada en Chiclana de Segura. Es el último trovador de esta época. Acaba de editar un disco dedicado a las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique. Le conocí en Madrid en tiempos de la transición política, allá por la década de los setenta. Tenía una voz limpia y melodiosa cuando este leonés-gallego ponía música a los romances populares o a Rosalía de Castro. Me ilusiona conocer cómo ha hecho en él mella tantos años pasados de desazón y frustración.
Lo dejo aquí, guardo lo escrito, y me voy al concierto.
Era tarde anoche cuando volví de Chiclana de Segura. Tengo puesto "Libre te quiero" de Agustín García Calvo en este momento, aún envuelto en la magia seductora de la voz, la música y la presencia de esta persona que exhala nobleza, elegancia incontaminada de treinta años buceando en la pureza poética de nuestros trovadores, místicos y románticos.
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Al final de la noche nos dedicaba su libro disco con esta frase:"Para Sebastián, para Cecilia, juntos en el rio de la vida. Con mi abrazo. Amancio Prada."
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