Un servicio de interés público y un dilema
De entrada me duelen los riñones. Y no por mi litiasis, que ya olvidé, sino porque he doblado mucho el espinazo durante el fin de semana trabajando en la huerta.
Hemos colgado un comedero para pájaros, del campo, pájaros de los que andan sueltos, libres, sin dueño ni a nadie a quién rendir cuentas. Así no más, como diría un mejicano. Y lo hemos dejado lleno de pan duro, que hemos rallado, grano de las yeguas y pienso de las gallinas. Como siempre es una fabricación artesana. Con ello pretendemos que los pájaros tengan un lugar donde comer cuando la cosa se ponga chunga, sobre todo ahora que no se siembran cereales en la zona, y las hierbas no llegan a semillar porque se las envenena con los herbicidas. Un servicio que prestamos de interés público, sin esperar nada a cambio, y que beneficia a todos. El mantenimiento de la biodiversidad es fundamental para nuestra salud, que depende del equilibrio de la naturaleza. Si desaparecen especies de aves, no sólo perdemos algo único, tan importante como los seres humanos, sino que es un eslabón perdido en la cadena del ecosistema. Hace años ya colgábamos comederos de los árboles y me llegaron opiniones que se vertían sobre mí en algunos ambientes de mi pueblo acerca de mi salud mental. Hoy es una práctica recomendada en todos los libros de naturaleza, ecología e incluso en los libros de educación escolar.
El dilema tiene que ver con el burro de la fotografía. Me ofrecen cambiarmelo por la potra o la yegua. Es verdad que preferiría el burro. Podría ser útil para ciertos trabajos de la huerta. El problema es que hemos visto las cuadras donde está habitualmente, lugar a donde iría la potra si accedemos al cambio. Es una cuadra con unos habitáculos muy estrechos para cada animal, donde apenas si se puede dar la vuelta, con techos de uralita muy bajos, que son un horno en verano, y donde siempre están encerrados, saliendo dos veces al día a beber agua, pues ésta no la tienen a libre disposición. En estas condiciones Claudia se niega en redondo al cambio. No está dispuesta que Atenea pase a ese sufrimiento. Nos quedaríamos además con el burro , pero no estamos en condiciones de hacer compra alguna en este momento.
Terminé de repartir todo el compost disponible a los árboles. Claudia pintó el semillero y algunas maderas de la cabaña. Yo rematé las plantaciones de las hortalizas con semillas de la asociación kokopelli, como las calabazas "musquée de Maroc", "Butternut Ponca", y "Patisson panaché vert/blanc", y las semillas de variedades de maiz que trajo Begoña del Perú del camino al Valle sagrado de los incas. Por otra parte, también tuve ocasión de arreglar las maderas de la estructura sorrentina dañadas por los vientos huracanados de este invierno. No todas, aún me han quedado para un rato de otro día.
Los pájaros están con la puesta de huevos. He visto un gran lagarto de color muy verde. Las rosas empiezan a lucirse. La rana macho de la alberca no para de croar todo el día. Los abejarucos se han instalado en la huerta aunque no sé dónde anidan. Estamos en el cénit de la primavera. Aprovechemos los próximos quince días. Después vendrá el calor. Entonces no habrá en el horizonte otra cosa que pensar en los riegos.
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