La primavera se ha instalado con fuerza


He cogido por primera vez la manguera este año para humedecer las plantas pequeñas recién puestas. La temperatura ha subido hasta los veinticinco grados. La hortaliza está plantada. Los jaramagos están en flor, también los lilos malvas y blancos, los manzanos, los cerezos más tardíos, los espliegos y los jazmines. El compostaje último está lleno de lombrices, y lo estoy esparciendo por toda la huerta. He visto una culebra de escalera tomando el sol delante de los muros de piedra y un conejo muy joven anda entrando y saliendo por la alambrada para comer la hierba fresca cercana al estanque. Los jilgueros, pinzones, abubillas, mirlos y currucas andan muy cantarines en sus rituales amorosos de esta estación. Las golondrinas se pasan el día realizando acrobacias aéreas, las abejas zumban entre las flores de los frutales, y los agricultores torpemente quemando el ramón de la poda del olivar, inundando la atmósfera de una gasa blanca y el olor despreciable a incendio.
A mí, la primavera, me despierta las ganas de trabajar la tierra, mimar los animales y las plantas, construir paraísos en nuestro humilde planeta, nuestros metros cuadrados de alrededor, y hasta me torna más comprensivo con tanta estupidez de cada día.

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