Menos mal que han salido amarillas las flores de los jaramagos


Podría no haber sido así, y salir, tal vez, rojas, como las amapolas. En estas fechas, lo normal se ha trastocado: Jaume Matas, que fue presidente de la región de Baleares, en vez de guardar bien el dinero de sus paisanos, se lo llevaba a su casa; el fundador de los Legionarios de Cristo engañaba a todos sus seguidores con muchas vidas, mujeres, hijos, y de los que de paso abusaba sexualmente; los curas por medio mundo andan con los calzones bajados detrás de los niños de sus parroquias o sus colegios; hasta Zapatero nos ha dejado noqueados haciendo lo contrario de lo que dijo que iba a hacer,es decir, reducir el déficit y la deuda, jodiendo a buena parte de la población. ¿No era esa la receta de la derecha?Se olvidó de aquello de que lo importante no era salir pronto de la crisis, sino salir todos bien con cohesión social. Que se lo pregunten a mi hijo Pablo, con dos carreras universitarias, dedicado con fe vocacional a un futuro en la policía, y ayer han liquidado la convocatoria de plazas para este año. Lleva ocho años preparándose para ello y tal vez tenga que dedicarse a otra cosa. Los jóvenes de estos años van a ser una generación frustrada que se van a acordar toda su vida de Zapatero. Es verdad que la crisis no la originó él, pero lleva dando bandazos dos años, sin norte ni criterio para salir de ella. Además, los culpables se van a ir de rositas tras tantas palabras grandilocuentes asegurando que iban a cambiar el mundo financiero para que jamás volviera a ocurrir. Pues nada se ha cambiado. Ahí están los buitres hinchándose de ganar dinero con la carnaza griega, como un gato que juega con un ratón moribundo.Y después, ¿quién?
Mientras, los jóvenes universitarios ingleses, supongo que para olvidarse del futuro que les espera, acuden en masa a las costas de Tarragona tras el anuncio de alcohol, sexo y discoteca.
Y uno, aquí, leyendo la biografía espiritual de Dalai Lama, esperando encontrar alguna pista en los montes del Himalaya, entre los monjes tibetanos, haciendo la lista de las tareas que mañana temprano me esperan afuera, en la huerta, que entre otras es plantar patatas y aportar compost a los olivos.
La estufa aún crepita. Bilbo está tan pegado a ella que se va a quemar. El cielo está raso, cuajado de estrellas, y una luna como una perla brillante.

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