Las huertas históricas de Úbeda en peligro



























Dice Esteban, de la asociación de los hortelanos de los miradores de Úbeda, que esta ciudad no puede entender su existencia sin las vitaminas que suministraban sus huertas de debajo de sus murallas. Porque había agua y huertas nacieron las iglesias, los palacios renacentistas, los torreones medivales, la calle Real y el palacio Vela de los Cobos. La ciudad histórica es nuestra Alhambra, y nuestras huertas deben ser nuestro Generalife. Sin embargo, sus jardineros, los hortelanos, cada vez son menos, y pareciera que se trabaja para que no quede ninguno.

Hoy se han reunido con la asociación de defensa del patrimonio Plaza Vieja, en una visita guiada por los senderos que zigzaguean entre muros de piedra derruidos, albercas y minados centenarios, tablas de habas y cebollas, cantos de "arcanciles", olivares invasores de lo que fueron antes huertas, basura moderna de envases de plástico, tuberías de goma de todos los calibres, sofás y retretes abandonados, y eriales tristes quemados por el abandono y la mala leche.


Son decenas de hectáreas que abrazan en pendiente el sur de la ciudad en una sucesión interminable de terrazas que buscan el fondo del valle del rio Guadalquivir.. Regadas por el agua que mana bajo la ciudad a través de minados que durante siglos construyeron con inteligencia, para verter en una sinfonía de albercas comunicadas por regueros superficiales, constituyendo un ecosistema extraordinario e irrepetible, que surtía de hortalizas los mercados locales.

En la década de los setenta del pasado siglo, con la apertura del Merca Úbeda, nuestros mercados se inundaron de productos baratos procedentes de la agricultura intensiva de Almería y Murcia. Los hortelanos se vieron obligados a abandonar la actividad. Las huertas entraron en decadencia, y los olivos, apoyados con las subvenciones europeas, empezaron a sustituir las tomateras, patateras, lechugas, ajos, alcachofas, higueras y granados. El paraíso comenzó a tornarse en un lienzo igual que todas las campiñas de Jaén: en un desierto de olivos. Con la amenaza cierta de transformarse, si nos descuidamos, en urbanizaciones.

Sin embargo, para mi sorpresa, he descubierto hoy que aún resisten muchas hectáreas de huerta, cuidadas por románticos vinculados por el afecto a la tierra heredado de generaciones. Además tienen visión y ganas de recuperar ese gran espacio patrimonial de la ciudad. Porque estamos hablando de valores paisajísticos, pero también de valores etnográficos, ambientales, y arquitectónicos. Es en las huertas donde quedan los restos de las primeras iglesias cristianas de la ciudad, anteriores a Santa María, todas ellas extramuros.

Las soluciones pasan por una batería de acciones en varias direcciones al mismo tiempo. Una tiene que ser para revalorizar los productos hortícolas mediante cultivos ecológicos y etiqueta que certifique su procedencia. Otra pasa por favorecer las actividades complementarias turísticas y pedagógicas de la actividad agraria como complemento de renta, y para ello hay que realizar las modificaciones pertinentes del planeamiento urbano. Y finalmente es preciso recuperar el patrimonio presente en los muros de los caminos, las albercas, los minados, regueras, etc. Construyamos nuestro particular generalife con el apoyo de todos.












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