Cambiando de estación
Mayo se fue. Por primera vez en muchos meses he tenido que tomar la manguera para regar las plantas. La primavera derrochó agua como el pasado año. Pero llega el calor, ese punto de sopor tras las comidas del mediodía que nos recuerda que el verano está aquí. Instalo la hamaca mexicana atada entre el olmo y la higuera, empieza el estrés de ver la cantidad de hierba que aún queda por desbrozar y ésta ya amarillea, barro las hojas del estanque mirando de reojo la necesidad de limpiar el agua, y las moras, nísperos y cerezas adornan de colores los árboles. Ya debo decidir sobre la adquisición de paja para la próxima temporada, limpiar a fondo la cuadra de las yeguas si no quiero criar una plaga de pulgas, y barnizar las traviesas de tren de la cabaña si quiero que no se caiga a trozos. Y sin embargo, no decido nada, no tomo ninguna decisión. Dejo que el tiempo decida por mí, esperando, como el pais, que el tiempo lo arregle todo. La depresión nacional es contagiosa y nos invade todas las